Suenan las campanas.
- Buenos días, vecina. Ui, ¿las campanas a esta hora?
- Me parece que hoy enterraban a la niña del 2º B, ¿cómo se llamaba?
- Ay, no sé. Era un nombre raro. De otro país creo...
- Sí, me parece que era algo francés. Bueno, me voy que llego tarde.
- Adiós.
Suenan las campanas.
- Ponme una de cuarto.
- Mira, ahora tocan a muerto.
- Creo que es por la niña aquella morena, la que siempre iba de la mano de aquél chico tan guapo.
- Sí, Lisette creo que se llamaba. Pobrecilla...
- Era tan joven... Bueno, y ponme un redondo también.
- Toma, el cambio. Gracias.
- Adiós.
Suenan las campanas.
- ¿Y Michele?
- No ha llegado todavía.
- A estas horas, no creo que llegue.
- Puede que...
- Espero que no. Una baja ahora sería lo peor que nos podría pasar.
Suenan las campanas.
- Ven, Mago, que ya tienes la comida aquí. No, no me mires con esa cara, que Brigitte está en el cole y tardará en llegar. Sí, eso, vete a su habitación, y lo llenas todo de pelos. Asqueroso gato... ¿Ya son las doce? No puede ser.
Suenan las campanas.
- Cris, estube hablando con la Judit de lo del sábado.
- ¿Y qué te dijo?
- Que vale, pero mejor lo hablamos esta tarde en teatro.
- ¿Qué hora es?
- Las once y media. ¿Y tantas campanadas?
- Yo que sé. Puf, esta clase es eterna.
Suenan las campanas.
- Perdona, voy con las prisas y no te he visto.
- Tranquilo, no pasa nada. Anouk, ¿me escuchas? Sí, es que me acabo de chocar con un chico. Bueno, lo que te iba contando...
- Un billete para Barcelona, por favor.
Suenan las campanas.
En la iglesia. Elliot, Henar, Michele, Marc, Miguel, ... Y Lisette.
Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
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