«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

mardi 26 octobre 2010

Esperando a que reviente de ganas de irme contigo.

Que no. Que yo hoy no salgo a la calle. Que hace un frío terrible, que se me mete en el cuerpo y luego no hay quien lo saque de mis huesos.
- Ah, mamá, que el pajarito ya está dentro de casa, vivito y coleando. Y mañana ni se te ocurra sacarlo. Aunque cante y te entre dolor de cabeza. Lo siento, pero no me gustaría nada volver a casa después de las clases y encontrármelo pálido y tieso en la jaula.
Pobre Piolín Cantarín, que nadie le hace caso y él siempre está animando a todo el que pasa con sus cantares.
- ¿Que no vas a salir hoy? – mira por la ventana de la cocina, mientras lava los platos - Adivina quién.
- Andrés. – sale de mi boca sin pensar.
Asiente con la cabeza.
- Mamá, no me digas eso. ¿Y ahora qué?
- Anda, sal un rato. Que el frío hace que te sientas viva.
- Que no.
Suena el timbre y mi madre me mira, esperando a que reviente de ganas de irme contigo.
- Pero me llevo tu bufanda marrón. Adiós. – digo de carrerilla.
Salgo a la calle corriendo, me pongo los guantes y acabo de subirme la cremallera hasta la barbilla. Y solo se me ven los ojos.
- Hola, Andrés. – te digo por debajo de la bufanda, desde la acera, mientras tú aparcas la moto. Te giras y te saludo con la mano metida en esas manoplas que tanta gracia me hacen, que siempre quiero ponerme, pero que nunca quiero que haga el frío suficiente para usarlas.
- ¿Que tienes frío? – dices mirándome de arriba a bajo y sonriendo con tus hoyuelos en las mejillas.
- No, a penas. – te digo tapándome bien la nariz con la bufanda.
Apartas un poco el gorro y me das un beso en la frente. Vuelves a repasar mis pintas con la mirada.
- Henar, cariño, que estamos en otoño. ¡Que todavía no ha nevado!
- ¡Ni falta que hace! – digo casi antes de que acabes la frase.
- Eres una exagerada. Vas a criar pollos ahí dentro.
Te miro. Me miras. Te sonrío por debajo de la bufanda y tu lo notas porque se me achinan los ojos.
- Pues la verdad es que ahora tengo un poquito de calor. – digo sonrojada.
Sueltas una risita.
- Anda, ves a quitarte capas, cebollita. Que yo te espero aquí.
- Vale, no tardo.
Y en dos minutos vuelvo a estar contigo. Por fin me abrazas y puedo notarte. Es de noche y sopla el viento. Paseamos por las calles llenas de hojas, crujientes pasos. Una anciana está sentada al lado de una hoguera, vendiendo castañas. Sin preguntarme nada, compras algunas. Ella nos sonríe y nos desea unas buenas noches. Nos sentamos en un banco y me das el cono de papel de periódico relleno de castañas calentitas. Después de poder pisar las hojas crujientes, es lo mejor del otoño, sin duda. Me acurrucas entre tus brazos e intento pelar una.
- Cariño, quítate los guantes. Así no podrás. – te ríes.
Muerdo y estiro. Los dejo encima de mis piernas y me como la castaña.
- ¿Están buenas?
- Riquísimas. Muchas gracias.
Y parecemos felices. Con el frío que hace, todo el mundo en sus casas con la calefacción puesta y nosotros ahí, sentaditos en un banco.
Las nueve. Me acompañas a casa y te vas con la moto. Entro en casa, digo un hola rápido y me caliento las manos en la chimenea.
- Mamá, ¿estás llorando?
- Lisette…
- ¡No!

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