«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

jeudi 21 octobre 2010

Mi pequeña Mariposa.

Los miércoles son un chiste. Me paso toda la mañana dibujando en un blog enorme, rodeada de risas. Después llego a casa, como, y me pongo a estudiar. Pero un ratito, ¿eh? No creas que cuando se van mis padres sigo hincando codos. Hago una pequeña pausa de dos o tres horas, y cuando vuelven, sigo y finjo haber estado estudiando toda la larga tarde. No siempre, ¿vale? A veces sí que estudio. Pero ahora no tengo ganas. En realidad no suelo tener ganas nunca. Pero hay veces que me jodo y me aguanto. Hoy, no.

Me levanto y abro el armario. Algo raro. Quiero algo que me haga diferente. Fotos. Ideas. ¿Trípode? Aquí. No, mejor en el comedor. Bajo las persianas y enciendo la lámpara. Automático de dos segundos. Pulso el botón, un segundo. ¿Sonrío? No. O mejor sí. La cámara dispara. Otra. Me ahueco el pelo. Me falta algo. Pintalabios rojo. Más luz. Música, eso es. Inspiración. Espuma, rizos. Disparador automático de cinco segundos. Me siento en el sofá. Cuatro segundos. Me estiro la falda negra. Tres segundos. Miro a la cámara. Dos segundos. Me agarro el collar de perlas. Un segundo. Aparto la mirada con soberbia. Otra foto. Y no me convencen. Falta algo. Me paro en el pasillo. Me reflejo en el espejo, de arriba a bajo. Me miro. Sonrío. Llevo puesta ropa de fiesta. Mi falda negra y la camiseta de tirantes con estampado de flores. Y escote. Tacones negros, los de siempre. Esos zapatos…
Pican a la puerta con los nudillos.
- ¿Henar? Soy Andrés. – escucho que dices desde el otro lado.
- ¡Sí! ¡Un segundo, que busco la llave y te abro!
Corro hacia mi habitación. Busco unos pantalones para ponérmelos antes de abrir la puerta. No quiero que me veas así, ¡qué vergüenza!
- Henar, ¿qué buscas?
- ¡Nada! – estado de shock - ¡¿Cómo has entrado?!
- La puerta estaba abierta. He escuchado que decías no se qué de la llave, pero no la habías echado. – me miras de arriba a bajo mientras hablas. – Y entonces he entrado. - Tus palabras se ralentizan. – Porque la puerta… estaba abierta. – llegas a mis labios con la mirada. – Y tú estabas porque me has hablado. – ya no sabes ni lo que dices. – Por eso sabía que estabas aquí… y he venido.
Te sonrío, y parece que el movimiento de mis labios te desconcentra. Miras mis ojos pintados un poco exagerados. También sonríes.
- Y como he visto a tus padres en el gimnasio cuando salía, pues he pensado que estarías estudiando en casa. No pretendía entretenerte, solo decirte algo. – me sonríes. – Pero por lo que veo no estudiabas mucho… - te sientas en mi cama. Y yo a tu lado.
- Es que no tengo examen de filosofía hasta dentro de una semana.
Me miras los tacones. Las medias. La falda que me tapa medio muslo. Mi tripa. El cuello. El rojo de mis labios. Mi pelo con un intento de ondulaciones.
- Estás preciosa. Me encanta como te queda esta falda. – me tocas la cintura. La espalda. Te acercas a mi oído y suspiras. Yo me muerdo el labio. Respiras cerca de mi cuello y me matas. Te ríes y todo acaba en un abrazo, cayendo los dos encima de la cama.
- Mi pequeña Mariposa.
- ¿Mariposa, Andrés? – me río.
- Tu aleteo, Henar. Que yo que sé qué provoca en mi mundo.

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