«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

mercredi 1 décembre 2010

Y le besó dos veces seguidas.

Anouk se había convertido en la chica-despiste. Pero hacía días ya, eh. Y fue porque aquella mañana esperó a Geert, sentada en la acera, con un calcetín de cada color. Se dio cuenta cuando se miró los pies y vio que entre los agujeritos por donde pasa el cordón de los zapatos, había colores distintos. Verde y naranja. Despistada no, lo siguiente. Y es que cuando se ponía a hacer cosas y la cabeza se le iba del sitio por pensar en Geert, era normal que no hiciera nada bien. Pensar en Geert significaba arrinconarse en su trocito de cielo, allí muy alto. Y era obvio que se despistara, el infinito no entiende de cosas sin importancia. Porque nada más que su sonrisa repercudía en ella. Y sus gestos, claro. Esa suavidad en los dedos cuando le tocaba la espalda para preguntarle qué acababa de decir el profesor de filosofía. A lo que ella contestaba que se había despistado y que tampoco lo había oído. Entonces él le sonreía. A ella se le tatuaba la boca en la mente y le entraba ese anhelo por verlo en su cama. Y se relamía los labios solo de pensarlo, de imaginárselo desnudo entre las cuatro paredes de su habitación.
- Sube rápido. – le dijo aquél miércoles por la tarde. Anouk subió al coche y la llevó al oscuro parking de la gasolinera. La incitó a desplazarse a los asientos traseros con la idea de acariciarla. Le tocó el pelo hasta que se le puso la piel de gallina (que no tardó más de dos minutos y medio). Entonces puso las manos en el cuello de Geert, entre la bufanda. Un escalofrío le recorrió la espalda y acabó en una sonrisa. Ella le besó los labios. Una vez. Y otra. Y luego le miró a los ojos y le besó dos veces seguidas. Lo arrinconó contra la puerta y le metió la mano por la camiseta, bajando efímeramente su dedo por el pecho, hasta chocar con la hebilla del cinturón. Y él le besó la frente, la estrechó entre sus brazos y la tumbó en los incómodos asientos. Besó el cuello de Anouk tantas veces que tuvo que pedirle que le quitara la bufanda para no ahogarse de calor. Ella esbozó una sonrisa, le destapó el cuello y se quitó los zapatos con un par de empujones en cada tobillo. Y se dejó dar un beso largo, hasta que se empañaron los cristales del coche. Sofocados, respiraron dos veces seguidas y ella dibujó un corazón con el pie en el cristal.
- Anouk, ¿llevas un calcetín de cada color?
Se puso roja y se mordió el labio. Ni de eso se había acordado.
- Un pequeño despiste. – dijo con la boca pequeña.
- Bueno, esperemos que esto no vaya a más. No soportaría que te dejaras la sonrisa en casa.

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