«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

lundi 6 décembre 2010

Diecisiete minutos. (I)

Se acerca a la estantería de puntillas. La mira a través del cristal. Se relame los bigotes y Lola le achina los ojos, desafiante. En un movimiento rápido, mete la zarpa en la pecera y le da un meneo al agua. La pierde de vista y araña el vidrio.
- Mago, para. – le dice sin mirarlo.
Baja del estante de un salto y se sienta educadamente al lado de Henar. La nota triste. Maúlla y se restriega por sus piernas desnudas. Sentada mira una pared blanca, vacía, como ella. Mago afila sus uñas en ese sillón. Sabe que no debe hacerlo porque lo destroza y está esperando a que Henar le meta un grito. Prefiere eso antes que verla con la lagrimilla entre las pestañas. Nada. Hay tanto silencio en el salón que casi puede escuchar el roce de dos lágrimas paralelas cayéndole por la mejilla. Maúlla. Ronronea. Le soba los talones. Nada. Se sube en sus piernas. Le lame los puños apretados. Pone las manos en su pecho y le lame el moflete. Nada de nada. Maúlla más fuerte, pega un salto hasta la mesa y de la mesa a la estantería. Lola y sus morritos de beso, le guiña un ojo. Mago mueve la cola y le da un golpe a la pecera tirándola al suelo. Henar pega un salto y se gira.
- ¡Mago! ¡Te he dicho que pararas!
Corre a la cocina, llena un vaso de agua y mete a Lola en él. Lo deja encima de la mesa, recoge los cristales y friega el suelo.
- ¿Se puede saber en qué estabas pensando, Mago? Llego a no estar y matas a Lola.
Mago la mira y maúlla.
- ¡No me contestes! Te has quedado sin chupar la tapa de mis natillas esta noche. Y me pensaré si mañana te doy.
Mago, sonríe a Lola. Ella, metidita en el vaso, se la devuelve. Actuando, baja de la estantería renegado y se sienta en su cojín.
Henar guarda la fregona en el armario y cambia el vaso de Lola por el bol de los pasteles, grande y transparente.
- Esta noche le diré a mamá que te compre una pecera nueva. Que sea de plástico.
Lola se hace la ofendida y gruñe un poco a Mago, que las está mirando mientras se acurruca. Henar vuelve a sentarse en el sillón. Las siete y cuarenta y dos. Hace diecisiete minutos que se ha ido. Le han bastado once minutos para volver, disparar a Henar un par de veces y dejarla tirada en su casa con el corazón desmoronado en dos millones y medio de migas. Migas que si se acumularan formarían el pastel de arándanos que se comieron hace 406 días. Le encantaría poder fingir que nunca se fue. Pero no puede. Miguel no se lo merece.
Suena el timbre.
Henar se acerca a la puerta, lentamente. Abre.
- Si no lo hago, reviento.



(continuará).

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