«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

mercredi 29 septembre 2010

Para que Miguel pueda volver cada noche, volando.

Estoy nervioso. Solo 22 minutos más y, si mi vuelo no se retrasa, estaré volando dirección París. 22 minutos era lo que tardábamos en llegar al mar en tren. 22 escalones eran los que subía, con una felicidad muy tonta, cada domingo para llegar a la puerta de tu casa, Henar. 22 fue el día que estrenaste tus pantalones cortos amarillos, para el cumpleaños de Lisette, en Agosto. 22 hora hace que te besé por última vez, después de comernos el dulce pastel de arándanos. Qué bonita despedida, mi niña. No sabes cuanto te quiero.
Un matrimonio más y pido un café. El hombre del restaurante me mira con cara monótona, sin articular palabra por si soy estrangero.
- Un café solo.
Henar, sé que me habrías matado de haber escuchado esto. Un café solo. Con lo que te gusta a tí echarle azúcar a todo. Con lo que odias el amargo. A mí tampoco me gusta. Pero almenos, junto al café, no seré el único amargado.
- Gracias. - me lo entrega.
Me siento en un taburete alto de esos que estan al vorde de una mesa de madera con tres patas. Doy el primer sorbo. ¡Diós, qué asco! Esto lo único que hace es meterse en mi cuerpo, arder y amargarme más. ¿En qué estaba pensando? Qué tontería.
- Perdone, ¿puede darme unos cuantos sobres de azúcar?
- ¿Cuántos quiere exactamente?
- No lo sé. Cinco o seis.
El hombre debe pensar que soy un cliente estúpido y que tendría que cobrarme los sobres. Los deja encima de la mesa y sigue atendiendo. El muy rancio sólo me ha dado cuatro. Los abro y me los echo todos. Casi puedo notarte aquí a mi ladito. Mirándome con los ojos pequeñitos y una gran sonrisa, esperando que te diga que me encanta el café que me has preparado. Pero solo casi. Este café no tiene nada que ver con los que me prepabas los lunes por la tarde, cuando me invitabas después de acabar los deberes. Esos lunes por la tarde que quizás no se repitan. Tardes que oscurecían detrás de la ventana, mientras me deshacía con tu lujúria. Tus besos. Tus risitas cuando te escondías debajo de las sábanas. Y estabas para comerte enterita. Con esos mofletes y tus lunares. Te echo tanto de menos.
15 minutos y estaré dejando el cielo atrás. Él se queda aquí contigo, Henar. Para que tú lo roces siempre que quieras. Y para que yo pueda volver cada noche, volando con estas alas que me cosiste un sábado nublado por la tarde. Ese sábado en el que me llevaste a tu lugar secreto. Nosotros vemos la ciudad, pero la ciudad no puede vernos, me dijiste. Qué dulce.


Ocho meses, Henar. 244 días y habré vuelto. Ojalá no me hayas olvidado entonces.

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