«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

lundi 27 septembre 2010

Cuando a Henar se le cayó el cielo.

Quedan migas de la merienda en el mantel a cuadros. Yo las esparzo, las pongo en fila y las vuelvo a desperdigar. Qué rico me ha sabido el pastel de arándanos contigo, Miguel. Y yo que creía que le había echado demasiado azúcar, y tú te has limitado a chuparte los dedos al acabar, diciendo que era el mejor pastel de arándanos que te habías comido nunca. Mira que a mi no se me da demasiado bien hacer pasteles. Bueno, ni pasteles ni galletas de limón. Tan sólo me salen buenas las magdalenas de chocolate. Y sigo pensando que eres la única persona a quien le gustan mis pasteles de arándanos. Pero no sabes lo contenta que me pone eso, esa tontería.
Esta tarde ha sido especial, ha sido la última. Tal y como has llegado a mi casa, me has abrazado. Qué bien hueles siempre. Así como a mis quince primaveras juntas. Suave, dulce, picante y tentador. Me has besado la frente y me has preguntado qué había preparado para merendar. Lo intuías, pero te has sorprendido al ver el pastel de arándanos encima de la mesa de la cocina. Sobre él había escrito Henar y Miguel con chocolate deshecho. Había que tener un poco de imaginación para leerlo, pero tú lo has entendido enseguida. Te ha encantado, pero más me ha encantado a mí verte sonreír. Te he prestado un cuchillo y le has dado seis vueltas y media a la mesa porque no sabías por dónde cortarlo. Y yo riéndome, diciéndote que no importaban los nombres, que desmoronaras el pastel por donde quisieras. Me has sonreído y has cogido un triangulito que tenía medio nombre tuyo, y me dio mío. Yo también he cogido un trocito. Y otro, y después otro, hasta que han quedado las migas que tengo ahora entre los dedos. Después hemos estado recordando cada una de las veces que nos habíamos quedado solos. Qué risa, Miguel. Siempre sabes endulzar todo lo que debería ser amargo. Al final se nos ha hecho tarde y me has dicho que tenías que irte ya. Se me ha roto el mundo. Se me ha caído el cielo. Me has prometido que volveremos a vernos. Te has acercado a mí y me has besado los labios, así muy suave.
Y ahora, ¿quién me acompañará a dibujar las olas del mar en invierno? ¿A quién le daré la horchata cuando ya le haya pegado el primer trago? ¿A quién me encontraré por sorpresa un domingo por la mañana sentado en la mesa de la cocina esperando a que me entre hambre de un vaso de leche para verme desayunar? ¿Quién se fijará ahora en mis lunares? ¿Con qué motivo me pasearé en verano con mis pantalones cortos amarillos por el parque?

Todavía me saben los labios a ti. A nuestra bonita historia, Miguel.

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