«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

jeudi 6 janvier 2011

Más sal para las heridas que tengo en todo el cuerpo.

Lo coges todo. Te pones los pantalones. ¿Cuántas veces te había visto así antes? Entrelazas torpemente el cinturón. Atas tu camisa. Te pones la chaqueta. Me das un beso. Espera, no te vayas. Tengo tu mano agarrada, me levantas de la cama de un suave tirón. Me besas otra vez. Creo notar que no quieres irte. Me cuesta tanto creerte, pero me gusta tanto hacerlo. Me sonríes. Otro beso. Me arrastras hasta la puerta. Billones de besos rápidos. Tienes que irte, es tarde. Me das un último beso largo, poniendo las manos en mi cuello, entretejiendo tus manos con mi pelo.
Se abre la puerta, sin darme tiempo a respirar.
Andrés, vestido de chándal, con la mochila colgada de un hombro. Y ahora, la cara desencajada.
- Pero, Miguel… ¿tú no estabas muerto?
Deja caer la mochila en el suelo. Sonríe.
- ¿Qué haces tú aquí? ¿No sabes llamar al timbre?
- Esta es mi segunda casa, ya.
Me miras pidiéndome explicaciones. Lo siento, no las tengo. Y aunque ahora me cueste aceptarlo, Andrés tiene razón.
- Entonces es verdad aquello que me contaste. Que llevas acostándote con ella todas las noches que yo no he estado.
- Exacto. – sigue sonriendo.
- Sólo has fallado en un pequeño detalle: para ella no he muerto.
- Hombre, es que si vienes aquí calentando a la muchacha… - una carcajada forzada.
- ¡Deja de reírte! – te separas de mí.
- Hago lo que me da la gana. – os acercáis. – No pidas, Miguel. Has perdido todo tu derecho. Eres un mentiroso – me mira cariñosamente - y aquí, sobras. Vete, anda, no hagas más daño del que hiciste cuando la abandonaste.
Me miras. Andrés se ha puesto serio pero ahora vuelve a sonreír. Estás nervioso. Aprietas las manos en forma de puño. Tienes ganas de gritar.
- Hijo de puta. – susurras- ¡Te dije que me la cuidaras, no que te acostaras con ella! – alzas el brazo, y con toda tu rabia contenida en el puño, le golpeas la cara. Esa cara de gilipollas que se le ha puesto burlándose de tu regreso.
Andrés pone suavemente la mano sobre su mejilla colorada. Te agarra por los hombros y te estampa contra la pared.
- ¿Y dejar que ella continuara llorando por las esquinas durante todo este tiempo? ¡No tienes corazón Miguel! ¡Eres un puto egoísta de mierda! – golpe contra la pared - ¡Sólo piensas en ti, en ti, en ti y en ti! – otro golpe contra la pared.
Lo agarras del cuello.
- ¡Seguro que le has llenado la cabeza de mentiras! – gritas. - ¡Se me olvidó decirle que no se acercara a ti, que eres un falso!
- ¿Que se te olvidó qué? ¡Se te olvidó ella enterita! ¡Ya no pintas nada en su vida! ¡Déjanos en paz! – sonrisita – Ella me quiere, ¿no te lo ha dicho todavía?
De repente siento que la que no pinta nada aquí, soy yo. Adiós Henar, adiós problemas, ¿no? Voy a mi habitación, me cuelgo el bolso y corro hacia la puerta.
- Ya me diréis a quién hay que enterrar primero.
Un puñetazo. Arañazos. Patadas. Sangre. Y yo en la puerta, quieta. ¡¿Pero qué coño estoy haciendo?! Si me voy, estos dos se matan de verdad.
- ¡Parad, joder! ¡Estáis locos o qué! – los agarro del hombro, pero de nada sirve. - ¡Parad ya! ¡Os vais a matar! – grito. - ¡¡Sois lo peor que me ha pasado en la vida!!
Silencio.
Andrés te suelta el cuello. Coge la mochila que sigue intacta delante de la puerta. Lentamente, me mira. Se dirige a la puerta. Y con la frente y las manos llenas de sangre, se va.
- ¡Miguel! ¿Me oyes?
- Sí. - dices flojito.
- Pues vete. Y esta vez, no vuelvas.
Un beso inconsciente aterriza en tus labios. Más sal para las heridas que tengo en todo el cuerpo. He sentido cada puñetazo en mi estómago. A mí también me duele todo. Y no estoy para cuidar a nadie. Que te vayas, Miguel. Y no vuelvas.


Yo tampoco me quedo. Elliot, espero que estés en casa.

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