«Vaya dos tontas llamándose Sépia&Calamar, vaya tontería más importante♥»

jeudi 20 mai 2010

Whisky Canadiense.

- Camarera, ¡otro whiskey!
Estaba completamente enamorado de ella. Su forma de correr de un lado a otro de la barra, lo volvía loco. Su inquietud mientras llenaba una cerveza dejándola al punto exacto de espuma, lo perdía. Su mirada perdida mientras secaba los vasos de tubo, lo desconcertaba. Sus piernas, dignas de una princesa. Pelo negro como el carbón. Labios rojizos.
- Aquí tiene.
- ¿Es canadiense?
- No.
Se mojó un poco los labios.
- Sí, lo es. – rectificó él. – He pedido un Whiskey normal, un americano.
- Eh… sí, perdone. Me habré confundido.
Por primera vez la notó nerviosa, no estresada. Escondía algo. Esa mirada de inseguridad no la había visto otras noches.
Era un bar de copas pequeño, con música de ambiente y cuatro borrachos intentando ahogar sus penas. Él nunca había sido así, incluso sabía que aquel sitio no era para él. Pero ella…
- Ya está. Esto sí que es Whiskey americano. Perdóneme por el error, es tarde y ya no sé ni lo que sirvo. - Apoyó el codo en la barra y suspiró. – Tampoco hay demasiada gente porque es lunes. Tenía que haber visto cómo estaba esto ayer. Cerramos tardísimo y esta mañana…
Se dio cuenta de que se había sentado en un taburete que había en el interior de la barra y que estaba contándole su vida a un desconocido. Ni siquiera acabó la frase. Se levantó.
- ¡Hermosura! ¡Sírvenos dos cervezas bien frías a mi amigo y a mí!
El hombre de la camisa blanca que se sentaba en la esquina de la barra, la miraba. La miraba como siempre, enamorado. Pero su corazón se había acelerado, jamás había mantenido una conversación con ella. Ahora sonreía, esperando a que volviera a sentarse en el taburete después de servir las cervezas.
Pero no lo hizo. Es cierto que no tenía muchos clientes, pero no paraba quieta. Limpiaba vasos, los secaba, los guardaba, colocaba bien las botellas, limpiaba los estantes. Parecía que hacía lo posible para no volver a sentarse en aquel taburete.
El chico acabó desanimándose. Dejó el dinero sobre la barra, no se molestó en llamarla, no quería molestar. Se sintió observado al cruzar la puerta, pues ella lo estaba mirando.
Y pasaron días, semanas. Alguna que otra noche, volvía a dejarse caer por aquel bar. Y pedía lo de siempre, un Whiskey americano. Ella le servía uno canadiense, pero él ya no se molestaba en quejarse. No había vuelto a ver su mirada. No le había vuelto a dirigir ninguna desde aquél lunes.
Pero una noche se armó de valor. Aquél día hablaría con ella. No aguantaba más. Necesitaba conocerla. Llevaba muchas noches sin soñar por la falta de su mirar.
- Perdona, ¿me sirves un Whiskey?
Sin mirarle a los ojos pero haciendo un gesto conforme lo había oído se acercó a la estantería y cogió la botella de Whisky canadiense. Él se hizo el despistado, y cuando se lo sirvió, le preguntó:
- ¿Es canadiense?
- No.
Se mojó un poco los labios.
- Sí, lo es. – rectificó él. – ¿Por qué siempre me miente?
- Lo siento. Me habré vuelto a equivocar.
La chica se disponía a llevarse el vaso cuando él la agarró de la mano. De un golpe seco se miraron a los ojos.
- Estoy un poco mareada.
- Quizá es el ambiente. Hay muchísimo humo.
- No, no es eso. Es que mirando tus ojos me he olvidado de respirar.
No podía creerse lo que estaba oyendo. La mujer de sus sueños también se había fijado en él. Se puso rojo y queriendo romper el momento de tensión soltó:
- ¿Qué te pasó aquél lunes?
- Que me puse nerviosa. – apartó la mirada, avergonzada.
- Y ¿por qué siempre me sirves Whisky canadiense y después me lo niegas?
- Por que es más suave. Estoy harta de mantener conversaciones con borrachos. Así son todas mis noches: “¡Guapa! ¡Una cerveza bien fresquita, no me la calientes por el camino! ¡Lo que te haría yo…! ¡Qué guapa eres, coño!”. Odio que me traten así, es tan vulgar… Y no sé, pensé que tú… Por eso siempre te servía otro whisky, para que me hablaras, soy muy vergonzosa. Además, mi jefe no me deja mantener conversaciones con los clientes. Dice que debo ser discreta. Lo siento.
- ¡Pues menudo gilipollas!
- Sí. Pero es lo que hay. Y cada día, al llegar la noche, tenía la esperanza de verte. Cuando no venías, la noche pasaba lenta. Y cuándo venías, más lenta todavía: quería hablarte pero no sabía cómo.
- Yo venía por ti.
- ¿Cómo has tenido tanta paciencia?
- Porque llevo desde el primer día, fijándome en una cosa que tienes aquí en la comisura del labio.
Ella, inocente, se tapó la boca.
- ¿Qué tengo?
Él le apartó la mano y le rozó el labio inferior con la yema del pulgar.
- ¿Ya? – preguntó ella.
- No, espera.
Se acercó a ella y la besó.


Dedicado a mi Lidia, porque llevo todo el santo día pensando en ella.
Me encanta el texto. Me encanta el Whisky. Me encantas tú:)




Vete y no vuelvas. Estás molestando, como desde que se fue el verano.

Antes los olvidamos, antes vuelven a molestar. ¿Sabes? Creo que lo mejor será aprender a vivir con ello, en lugar de intentar olvidarlo. O puede que no.

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